La lúgubre góndola
miércoles, 12 de enero de 2011
martes, 10 de agosto de 2010
jueves, 29 de julio de 2010
miércoles, 28 de julio de 2010
domingo, 20 de junio de 2010
Homenaje a José Saramago
José Saramago, Las pequeñas memorias.
miércoles, 17 de febrero de 2010
sábado, 23 de enero de 2010
miércoles, 2 de diciembre de 2009
sábado, 28 de noviembre de 2009
lunes, 23 de noviembre de 2009
De vuelta: Scarlett
jueves, 23 de julio de 2009
miércoles, 22 de julio de 2009
sábado, 2 de mayo de 2009
miércoles, 29 de abril de 2009
Javier Ortiz
Sueño con Jamaica
Sueño con Jamaica. Estoy sentado detrás de una mesa negra, rodeado de papeles, delante de una pared de la que cuelgan fotografías de desolación y soledad, entre proyectos de artículos y pilas de opinión que me reclaman. Y estoy volando hacia Jamaica.
La pantalla de fósforo verde me mira adusta. Me está pidiendo impaciente su ración cotidiana de formatos y de claves. Pero hoy –¿qué me pasa?– sólo veo en ella reflejos de espuma blanca sobre un mar de azul intenso. Un mar bajo el sol: bajo ese fiero sol de pasión que ilumina eternamente el puerto de Kingston, en Jamaica.
Sueño con Jamaica. Jamaica es una isla (no sé por qué os lo cuento, si ya lo sabéis); Jamaica es una isla primitiva, anárquica y bellísima, con casas de hojalata que desembocan en largas playas de arena fina y blanca. En Jamaica todo está por hacer, y uno puede vivir con la esperanza en la punta de los dedos, pensando que todo es aún posible y que el futuro existe. Y las gentes son sencillas, y sus sentimientos, espontáneos y directos, y hasta los asesinos son capaces de explicar lo que hacen sin recurrir a teorías sociológicas o sesudos estudios de mercado: matan –ya veis, qué cosas–, y matan porque odian y porque aman, y esos es todo, y nadie le da más vueltas.
En Jamaica, el tiempo no cuenta apenas nada. La gente es tranquila e impuntual, y muy pocos son los que admiten que les impongan una cita: ellos quedan y, al final, aparecen, pero no miran el reloj ni se preocupan por horarios.
Sueño con Jamaica, y en la Jamaica en la que yo sueño nadie se levanta la voz, y el ruido es sólo algarabía callejera, y los policías no dan miedo, aunque asusten un poco con los ruidosos piropos que lanzan a las muchachas que circulan en bicicleta y a las que el aire levanta sus faldas de mil colores.
Tal vez esa Jamaica en la que estoy soñando no exista. Tal vez esto que os estoy contando sea sólo el fruto de películas y carteles de turismo asomados a los escaparates de las agencias de viaje.
Nunca he estado en Jamaica, y es probable que nunca la vea. Me da igual. Mejor que sea así.
Mi Jamaica, esta Jamaica en la que hoy sueño, me vale porque es quimera, porque ocupa el espacio del no-aquí, porque me ayuda a imaginar que podríamos ser otros.
Y sueño, y me voy a Jamaica para mejor sentir mi distancia ante lo que veo: calles grises, gente triste. Y sueño con Jamaica para reclamar de mi más alegría, para pensar que todos podemos romper con todo, que somos capaces de no acudir puntuales a las citas, de reírnos de los estudios sociológicos que explican la muerte, de creer que el porvenir que nos espera no está condenado a ser de por vida un tiempo para el llanto.
lunes, 6 de abril de 2009
domingo, 29 de marzo de 2009
Artículo de Miguel García Marbán
``Era la misma procesión de antaño. El anciano cree ver la que vio de niño, y el niño, aún sin darse de ello cuenta, espera ver la misma cuando llegue a anciano, si llega... Y no ha pasado más; ni monarquía, ni dictadura, ni revuelta, ni república. Pasan los pasos. Y los llevan los mozos''.
MIGUEL DE UNAMUNO
Viajar a España puede ser una buena ocasión para que cualquier persona pueda visitar la vieja ciudad de Medina de Rioseco en el corazón del viejo reino de Castilla.
Una localidad que fue cuna de los almirantes de Castilla, a la que el rey Felipe IV la otorgó el título de ciudad, que albergó ferias y mercados donde mercaderes, cambistas y banqueros de toda Europa se dedicaban a la compra-venta de encajes, textiles, tapices, brocados, platería, joyería, muebles, aceites, pescados y ganado en un ir y venir del dinero, la banca y los tratos; un lugar donde la devoción levantó iglesias como catedrales en medio de calles con soportales y hasta donde llegaron las aguas de ese río artificial llamado Canal de Castilla que hoy recorre para el turismo el barco Antonio de Ulloa.
Sin duda alguna, si hay una época en la que esta bella localidad brilla con luz propia es durante la celebración de la Semana Santa. Declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, es una de las que más y mejor conservan el espíritu tradicional de la celebración de la Pasión de Cristo, y sin duda es la que mejor expresa la manera castellana de sentirla.
Centenarias cofradías que mantienen desde el siglo XVI una profunda devoción a los pasos procesionales que cada año portan a hombros por las calles riosecanas. Esculturas de madera que a golpe de gubia tallaron grandes maestros de la imaginería castellana como Gregorio Fernández, Juan de Juni, Tomás de Sierra o Mateo Enríquez.
Describir las procesiones riosecanas es relatar la emoción de cientos momentos e instantes que quedan grabadas en la retina del espectador que uno de esos días se acerque hasta la vieja Ciudad de los Almirantes. La lentitud de los pasos saliendo de las puertas de las iglesias, el padre que se emociona al ver a su hijo esforzase bajo ''el tablero'', la débil llama de los faroles que en hilera alumbran las imágenes de la Pasión, el baile de los pasos en la calle mayor, la sombra de un Nazareno reflejada en la colosal portada de la iglesia de Santa Cruz, la rodillada de los pasos frente a la Virgen de la Cruz en la antigua puerta gótica de la muralla conocida como Arco Ajújar.
En la procesión del Jueves Santo participan los pasos La Oración del Huerto, La Flagelación, Jesús Atado a la Columna, Ecce-Homo, Jesús Nazareno de Santiago, La Santa Verónica, Jesús Nazareno de Santa Cruz, La Desnudez, Santo Cristo de la Pasión y La Dolorosa.
Mención a parte merece el Vienes Santo con uno de los momentos más importante de la Semana Santa riosecana con la salida de los llamados pasos grandes. Dos colosales grupos escultóricos que representan los momentos de la Pasión de la Crucifixión y de El Descendimiento, popularmente conocidos como ''El Longinos'' y de ''La Escalera'', y que a duras penas y con el esfuerzo y la pericia de los cofrades logran cada año traspasar el dintel de la puerta de la capilla en la que cada año miles de personas esperan este instante mágico.
Además, ese día procesionan El Cristo de la Paz, el Cristo de los Afligidos, La Piedad, El Santo Sepulcro y la Soledad. Estas procesiones se corresponden en su origen con las que tuvieron las cofradías históricas del siglo XVI de la Vera Cruz, La Pasión y la Quinta Angustia que en el siglo XIX por un proceso de transformaciones derivaron en las cofradías actuales, algunas relacionadas en su evolución con hermandades gremiales.
Unos días en los que las tradiciones más enraizadas se unen a una profunda devoción. Una visita en la que tampoco podrá falta el poder degustar sabrosas viandas como el asado de lechazo o los pichones como emblemas de una tierra que una y otra vez invita a volver, porque siempre se vuelve a aquellos lugares que te tocan el corazón.•
Miguel García Marbán es técnico de Turismo del Ayuntamiento de Medina de Rioseco.
martes, 24 de marzo de 2009
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡HA VUELTO LA BLOGSE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
lunes, 23 de marzo de 2009
jueves, 19 de marzo de 2009
Concierto de Diego
Acabo de llegar del concierto de Diego a beneficio del retablo de la Iglesia de Santa María.
Ha sido un gran concierto con obras de distintas épocas y estilos desde Bach hasta Armand Grèbol.
¡¡¡Acojonante!!!